jueves, 1 de octubre de 2015

Mirar hacia atrás.

           Se dice, se recomienda, se nos hace ver que no miremos la vida hacia atrás, pero si lo analizamos bien, es imposible dejar aparcados esos recuerdos vividos. Sí, me dirás que a veces fueron malos momentos o quizás terribles, que jamás quisiera acordarte, pero no dudes que si así fuera, dejaríamos momentos hermosos, momentos que pensándolo bien jamás pensaría que pudieran repetirse. Aquella persona que por simple casualidad se cruzó en tu camino y nos dejó unos recuerdos que nunca podremos olvidar, por la sencilla razón que hoy sería imposible que se repitieran o quizás porque nos dejaron unas cicatrices, producto de unas heridas que sin saber por qué jamás entenderemos por que se produjeron.  
          Son recuerdos que difícilmente se sostenían, pero “pintaban muy bien” a pesar de que solo era humo sobre nuestras cabezas. Pero era ¡tan fácil fantasear! que a pesar del tiempo pasado nos serían imposibles olvidar. Ni que decir tiene que siempre tuvimos momentos que hoy no quisiéramos recordar, pero apartarlos… nuestra vida no nos permite hacerlo desaparecer, ya que ellos forman parte de nuestra existencia.
          La vida es una vivencia donde cada persona tiene implicación en lo que pasa. En nuestra memoria suceden distintas etapas: primeramente es la codificación, o sea sacarnos información del mundo la cual la registramos. Después viene la etapa de almacenamiento: Todo lo guardamos en distintas partes de nuestro cerebro, y por último, aparece la extracción, que es lo que llamamos “recuerdos”. Los momentos y las situaciones los elegimos nosotros, las amistades también. Y las oportunidades, se trabajan y se conquistan. Alguien dirá que la vida no le ha dado oportunidades. Lo fácil es quedarse anclado en la queja, en el dolor, pero así debemos reconocer que de esa manera la vida se “desangra”. Cambiar es una decisión que debemos tomar y nunca es tarde para comenzar una nueva vida, un nuevo amor, un nuevo proyecto. Para ello tenemos que desprendernos de una parte de nosotros; sencillamente todo lo que se aferra al pasado, a lo que ya no existe, a lo que no se tiene, aunque no se olvide.
           Reconocer el pasado es una necesidad que la misma vida nos obliga y nos hace ver lo que hicimos y dijimos  A pesar de todo desearíamos no recordar y olvidar, pero la memoria se encarga de jugarnos esas malas pasadas, recordando momentos los cuales nos hacen sufrir tremendamente y sin opción a poder dejarlos olvidados.  Y por si fuera poco, están los Ordenadores que a veces solemos compararlo con el cerebro, éste nos guarda infinidad de información en forma de “paquetitos” de datos que a lo largo del tiempo siempre perduran en nuestro recuerdo. Es como una especie de gancho para estirar de ese determinado recuerdo.
          Sería tremendamente ideal olvidarse de aquellos recuerdos que martillean en nuestra mente y que día a día nos impide olvidar, o simplemente no hace sentir mal por defecto. Así todas las actividades que hayamos realizado en nuestra vida, todas la decisiones que tomamos en aquellos momentos, aquellas corazonadas, siempre permanecerán como impulsos y con carácter emotivo de alguna forma o de otra.
          No obstante es imposible vivir atado a unos recuerdos, ello perjudicaría nuestra vida emocional, y al mismo tiempo hipotecaría nuestra existencia haciendo que vivamos ante una tremenda frustración.

Meditación: La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse
 

 

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