martes, 24 de marzo de 2015

¿Sabemos disculparnos?

          Existen momentos en la vida en que por circunstancias  nunca entenderemos. ¡Todo cambia!  Sería demasiado presuntuoso pensar que todo es cuestión de una única vez o de un solo día. Desde pequeño me enseñaron a que las personas cambian; pero nadie se encargó de decirme que seguramente jamás me dirían los motivos.
          Pero sí, muchas veces  sentimos sensación de disculparnos por  decisiones tomadas o por conductas seguidas. Lo muy nuestro, es decir: “yo no me disculpo de nada, volvería a hacer lo mismo”. Sí, esa es la respuesta del carácter típico de los latinos. Sólo cuando somos consciente de aquello, muchas cosas empiezan a tener sentido. De hecho, algunas reflexiones que hasta entonces habían parecido incomprensibles, empiezan a ser razonables.
              Irremediablemente así son las cosas. Incluso pueden pasar varios años sin que ni siquiera te digan, porqué hemos actuados así Siempre vivimos situaciones un tanto engañosas e ilógicas, con declaraciones enfáticas en las que uno se propone no disculparse de nada. Lo tengo visto; es el sonsonete de muchos cuando les preguntamos  ¿y no tienes nada que decirme? de hecho las personas que no se atreven a disculparse de nada, se encierran en el interior de su mutismo. Lo real y normal es que uno lamente muchas veces el rumbo de aquellas decisiones que tomamos en un momento determinado. Y pensemos que somos ni más ni menos, el conjunto de todas nuestras decisiones. No deseemos decir mentiras maliciosas, ni simplemente la ocultación de la realidad que no interesa ver. Me refiero a la leyenda de ocultar aquello que puede resultar preocupante, puesto que todas las equivocaciones o aciertos influyen en nuestra persona, haciéndonos recapacitar sobre si debiéramos disculparnos, mucho o poco (o nada) de lo que hicimos. Así podemos llegar de ser “lo mejor de lo mejor” a “lo peor de lo peor”. Son también los que, ante los reveses de fortunas o dificultades, insisten en que ellos siempre están en posesión de la verdad.
            El amor al desprecio, es un sentimiento de rechazo, que no deberíamos permitir, ya que nuestros testimonios incluyen un estilo de vida que debería ser coherente entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que predicamos y lo que practicamos. Si no es así, tenemos un solo nombre que es ¡la hipocresía!
             Todo podría definirse como “un estado de conciencia vinculada al pasado por la desaparición de momentos agradables”, añorando por ejemplo: un ascenso en el trabajo, unas vacaciones, una amistad deseada, etc. Ahora recuerdo que Descarte, decía: “Del bien pasado viene el sentimiento de pesar, que es una especie de eterna tristeza” De ahí, deducimos, eso de, ¿quién pretende no disculparse de nada en su vida? ¡Son tantos los momentos y motivos en nuestra existencia para no disculparnos! Ocasiones perdidas, interpretaciones erróneas, acciones impulsivas, alusiones indebidas, etc. Estas son las formas de expresar las emociones y los sentimientos de la disculpa: ¡Si yo hubiera sabido!, ¡No habría debido!, ¡Jamás me lo esperaba! Aunque también me gustarían que me respondieran con toda sinceridad  a esto: ¿Y tú, qué hubieras hecho? Aunque lo más sorprendente es que todo suele estar bajo  los “afectos y la amistad”  Desgraciadamente respondemos así: ¡Disculparme! ¿De qué? ¿Por qué? ¿Hasta qué punto? ¿De qué sirve? Todas estas preguntas comienzan a recibir respuestas a través del análisis, la reflexión y la meditación.

 Meditación: Un sincera disculpa es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma.

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