martes, 10 de marzo de 2015

La satisfacción de dar.

           Todo parte de aquel mito solidario muy antiguo que dice: “dar con la mano derecha sin que la izquierda se entere”, es decir sin especular.
            No hay duda que a veces se trata de algo muy especial a nivel consciente para llevar a cabo nuestra vida cotidiana. Lo malo es que en nuestro interior habita un ego que se aprovecha de dichas separaciones, e intenta hacerlas lo más distintas posibles.
             Muchos asociamos dar, con perder, (nada más distinto), puesto que tendemos a creer que algo perdemos para que otros ganen. En otras palabras, nos hacemos pequeños para que otra persona crezca a nuestra costa. ¿Cuántos somos capaces de dar sin esperar nada a cambio? ¿Cuántos son los que han descubierto esa magia hermosa de ayudar a tu prójimo, aunque sea en lo más mínimo, y que a este le provoque un alivio, una sonrisa, una satisfacción; sí, un simple placer por el hecho de hacer un bien a alguien.
            No hay duda de que se trata de algo muy especial a nivel consciente para llevar a cabo nuestra vida cotidiana. Esa importancia de dar, sin importar a quien ni porque, tiene un sabor y una enorme   satisfacción al mismo tiempo, incluso superior al de los placeres que algunos persiguen a costa de todo, hasta de no importar el método ni la forma de conseguirlo.
           Cuando damos generosamente y renunciamos a ser retribuidos con otra cosa, un gesto o una palabra, logramos ir más allá de esos miedos que interiormente nos dicen que, con dar vamos a perder.
           A veces es justo que a través de una palabra dicha de corazón, pueda ser suficiente. Una ayuda precisa a quien lo necesita o un gesto de atención para un momento de desamparo, puede cambiar radicalmente la forma en que uno se siente mal. Piensa siempre que “por el solo hecho de ser como eres, posees todo para lograrlo”.
           Pensemos que la mejor manera de recibir es dar. Aunque todavía nos cueste creerlo. Pero eso no quiere decir que no tengamos que someter a ese enemigo que tenemos dentro. Practicando la generosidad, poco a poco nos daremos cuenta de que, en el mismo momento que estamos dando, ya estamos recibiendo el mejor premio. La propia satisfacción que nos invade.
            Ese acto de dar nos aporta todo tipo de ventajas. Además de mejorar la vida de los otros, nos afecta de un modo profundo con beneficios que van desde la mejoría de nuestra salud, hasta establecer más y mejores contactos con los demás.
            Si al decir simplemente “gracias” estamos haciendo conciencia de ese hecho, estaremos dándole un factor multiplicador a nuestro crecimiento personal, liberando tal cantidad de energía que no cabrá en nuestro pecho.            Practiquemos la condición de dar gracias conscientemente, viendo el bien absoluto que recibimos por tal acción.
             Y cuando des, no lo hagas con miedo en tu fuero interno, sino con el corazón lleno de agradecimiento. ¡Te sorprenderás como esto funciona!    

 Meditación: Disfrutas la satisfacción de hacer bien las cosas pequeñas.

 

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